El incremento de investigaciones por competencia desleal es una consecuencia de la crisis que nos toca de cerca a los detectives privados.
El sector del taxi en cuanto a composición es bastante similar al sector de la investigación, plagado de autónomos y pequeños empresarios a los que cuesta identificar con la figura del empresario habitual. Si eres un autónomo y estás leyendo esto, sabes qué autónomos y pequeños empresarios somos los que realmente movemos el país, creamos puestos de trabajo y nos hartamos a pagar impuestos sin apenas nada a modo de contraprestación.
La disgregación del sector en pequeñas unidades hace difícil cualquier tipo de decisión o cambio de estrategia, el exceso de burocracia y controles a los que nos vemos sometidos por la administración dificulta la adaptación a las nuevas necesidades de nuestros clientes. Todos estos límites, estas trabas, no afectan a quienes se pasan todas las regulaciones por el forro de la entrepierna, sean detectives, taxistas o pintores de brocha gorda.
Conozco a muchos taxistas indignados y he participado en investigaciones por competencia desleal en el sector del taxi y, de verdad, hay pocas investigaciones tan sencillas.
Nuestra labor como detectives privados en la investigación de “taxistas piratas” consiste básicamente en la consecución de dos objetivos:
1.- Identificar de la manera más clara posible a los individuos que realizan este tipo de servicios. No acostumbra a ser complicado, de hecho, en según qué situaciones lo complicado es desembarazarte de ellos.
2.- Acumular evidencias relativas a la efectiva actividad de dichos individuos. Aunque muchos “taxis piratas” son un fulano con el coche familiar que se ofrece en aeropuertos, estaciones de tren o salidas de eventos, en otros casos se trata de empresas que realizan algún tipo de actividad relacionada de cerca con el sector y que realizan la actividad ilegal de manera “suplementaria”.
Un par de ejemplos:
– El conductor de minibús que oferta los asientos vacíos de su vehículo en los aeropuertos a pasajeros con un destino cercano.
– Empresas de alquiler de vehículos “con conductor” que ofrecen sus servicios al momento.
– Particulares que hacen uso de sus vehículos privados para ofrecerse en aeropuertos.
Como he comentado antes, la investigación y acumulación de pruebas y evidencias relativas a estos hechos es sumamente sencilla. Entonces, ¿por qué no actuamos más? Dos grandes pegas se me vienen a la cabeza:
1.- La ya comentada de la disgregación y de lo complicado es que poner de acuerdo a colectivos asociados para navegar en un mismo rumbo.
2.- La no identificación del colectivo como “empresa”, llevando al uso absurdo y completamente inútil de estrategias propias de trabajadores asalariados. Léase huelga.
Acabaré la entrada con una anécdota.
Creo recordar que fue a principios de Junio… Un servidor llega al aeropuerto de Madrid tras un vuelo de un par de horas, más cansado por el madrugón que por la duración del viaje, allí le espera una compañera de profesión con el coche estropeado dos días antes.
-Cogeremos un taxi-. pienso inocente.
Y sí, era ese día, el de la huelga de taxistas por nosequé de una nueva aplicación, los taxistas ilegales y bla bla bla.
Los coches de alquiler agotados, y sólo uno disponible al que accedías previo viaje en minibús y precio desorbitado. A todas estas, mientras esperábamos el minibús, con prisas, pocas risas y nula solidaridad con nuestros clientes taxistas, aparece Jack Sparrow.
-Tengo un taxi, privado, allí, en el parking…-. me comenta flojito, medio de lado.
-Ya he alquilado un coche, gracias-. le contesto con normalidad mientras pienso.- Si tú supieras, amigo, lo fácil que te trincaba…-
No pasaron 2 minutos, en serio, y lo vi pasar con nuevos amigos. Tirando de sus maletas, una pareja seguía a Jack hacia “La perla negra”.
Y mientras se perdían entre los coches del parking pensaba…
-Y en lugar de perder varios cientos de miles de euros en carreras, cabrear a tus clientes, regalar esos cientos de miles de euros a las empresas de alquiler de vehículos y llenar la nevera del Jack Sparrow andino que marchaba a lo lejos, ¿no hubiera sido más acertado ponerse de acuerdo y contratarme a mí o a otro compañero para mandar a Jack Sparrow a galeras?
Por solidaridad y simpatía se lo hubiera dejado barato, por lo que me salió a mí alquilar el coche de las narices.
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