La sensatez en la investigación privada.

Hoy publicamos la primera aportación al blog de Javier, quien como detective novato nos explica sus primeras y sensatas reflexiones sobre la profesión.

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¿Qué se necesita para sobrevivir en esta profesión?

Lo que vengo a contaros hoy no tiene nada que ver con razones laborales, económicas, con maneras de hacerse con el mercado de la investigación privada para dominar a Infinito y Eternidad. No es mi pretensión daros las claves del éxito en esta profesión, ni guiaros para convertiros en mejores detectives.

No, no en mejores, en detectives más sensatos.

Porque eso no os lo van a enseñar en ninguna universidad, máster especializado, doctorado venido a menos, curso de especialización donde todos somos igual de especiales, etc.

Ni siquiera unas breves –y a saber si infructuosas- prácticas podrán enseñaros la lección que me gustaría haceros llegar hoy.

Con suerte, no tendréis que aprenderla. Mejor eso que hacerlo por la única manera que se puede, por las malas.

¿Cuáles son las dos cualidades del detective?

Este es solo un pequeño inciso. Multitud de artículos, sobre todo de universidades que quieren vender su título a base de publicidad más o menos engañosa, os dirán mil verdades y re-mil mentiras para que compréis. No es mi intención hablar aquí de esos métodos de venta, de la realidad tras la profesión, del mercado. No. He de imaginar que, llegados a este punto, o ya estáis metidos hasta la coronilla, o queréis estarlo y domináis o dominaréis esos temas.

Las cualidades, en mi opinión, son dos:

  1. Porque da igual cómo os vendan la profesión. Tiene muchos momentos muy interesantes, es increíble la adrenalina que puede aportar, el misterio, el movimiento, el hoy aquí y mañana allí, pero, al final, se suele reducir mucho a esperas. Mucho. En eso, un detective paciente vale mil.
  2. La madre de todas las ciencias y la que te mantendrá entero, ya sea porque evite que te quemes ante un investigado que se comporta extraño o porque, dadas determinadas circunstancias, la peligrosidad del caso se convierta en algo patente, si no evidente.

¿Por qué he de ser prudente?

Porque ser detective es un trabajo, una vida, una forma de ser al cabo del tiempo, que te acompaña en cada caso. Ya no es sólo aprender a normalizar que puedas estar detrás de alguien durante multitud de horas de un día, muchísimos días a lo largo de una semana. Saber pasar desapercibido y sentirte a gusto con tu misma presencia tras una misma persona es algo que cuesta, pero que se aprende. Es algo a lo que uno se adapta. Eso acaba saliendo con el tiempo si estás hecho para ello, e incluso creo que sucede si eres un paquete.

Pero hay algo que debes poner de tu parte, un matiz o cualidad que ha de salir de ti mismo y que no se aprende si no es cometiendo graves errores. Esos errores son los que desearía evitaros yo con este artículo, consiguiendo que no paséis por el mal trago de aprenderlos por las malas.

¿Dónde estoy?

A la hora de salir a la calle, de seguir a Pepe o Juan, a María o Empresa X, da igual, la única persona que estará de verdad allí serás tú (aunque siempre recomendaré los trabajos con parejas de detectives). Eso significa que, no importa las lecciones u órdenes, las directrices o consejos de un jefe, compañero o amante, que eres tú quien decide cada paso y cómo se lleva a cabo.

Esto nos lleva a una conclusión importante: tú eres quien cuida de ti mismo. Nadie duda de lo importante que son los resultados, de lo que vende un cliente contento o lo que satisface poder dar buenas noticias a los superiores, pero hay una gran diferencia entre una buena noticia, una noticia regular y una mala noticia. La que quiero que os ahorréis es la mala, no la regular.

Más os vale perder a alguien, tener que reducir la marcha de la investigación, tomar contacto con la realidad que os rodea y analizar cuáles son los riesgos. Un detective se pasa muchas horas en la calle, si no todas, y todavía más en un vehículo. En España, sólo las muertes por suicidio superan a las de accidentes de tráfico, lo que significa que tenemos una gran tendencia a pegárnosla (y una tendencia algo menor a concluir nuestro libro con ese accidente). Esa alta probabilidad de accidente, ese riesgo, siempre va a estar ahí, y lo mínimo que puede hacer uno es tenerla en cuenta, saber que te puede suceder si no se toman las precauciones pertinentes.

Eso solo le pasa a otros –o a idiotas-.

Exacto. Yo no lo habría expresado mejor. Pero por idiota tomo a quien se considera libre de todo riesgo. Si no ha quedado suficientemente bíblico, lo diré así: todos pensamos que no nos va a pasar hasta que nos encontramos en un hospital ingresado. No sólo el caso se ha podido ir a la mierda, sino que tu salud puede haberle acompañado amablemente.

¿Imagináis que todos esos años de titulitos bonitos y bien vendidos, de “supermegacualities” del detective, de recomendaciones sobre gabardinas reversibles o bolígrafos espías de repente ya no sirven de nada porque, básicamente, te has impedido para la profesión? No sería una noticia bonita, ¿verdad? Es decir, el cliente, por preocupado que sea, sobrevivirá, seguirá con su vida, contratará a otro.

Es el momento de las lumbreras: ¡los aparatitos sustituyen bien al detective! Ese lumbrera ya puede empezar a retirarse de esta profesión si cree que va a levantar la investigación privada a base de no aparecer y dejar que un aparato haga el trabajo por él (ya os digo que eso todavía queda demasiado lejos).

Cualquier desfiguración que haga que llames la atención, por inocua que sea para tus funciones, te produce un hándicap para con el resto de investigadores que, al final del día, puede suponer una tara profesional.

Imaginad un deterioro de funciones, del tipo que sea. Un detective ha de ser una persona bastante funcional, dentro de lo que quepa y él mismo se considere, pero que sea capaz de actuar de manera todoterreno, que si ha de correr, corra; ver, vea; saltar, salte; lo que quiero decir es que tu cuerpo al final es el instrumento que más necesitarás junto a la cámara –y quizás un vehículo-. Si no eres lo suficiente prudente con ello, te vas a quedar en la estacada.

Compra mil cámaras, pon tu coche a todo riesgo, asegura tu empresa con mutuas de la Divinidad Infinita, pero se imprudente, ten un accidente, jódete a ti mismo, y la profesión puede haberse acabado. Al menos, por un largo tiempo.

Fatalismo.

Por supuesto, este artículo no posee ese matiz fatalista que parece pulular desde las primeras líneas. Estoy siendo duro, aunque considero que poco, porque me preocupo por el resto de personas que comparten mi profesión y podrían acabar…, bueno, como he acabado yo. Hace una semana tuve un accidente en un caso por mi sola responsabilidad y ante mi total falta de prudencia a la hora de tomar decisiones. Por suerte, voy a salir, pero de poco pierdo un ojo en el proceso.

No perderlo me va a enseñar mucho más que sí hacerlo, y es lo que agradezco. ¿Por qué? La próxima vez que salga ahí fuera sé que seré, no sólo un mejor detective, sino uno más prudente.

Agradeceré mucho que si algún académico, detective que imparta clases, y cualquier otro docente que se acerque a estos aclamados títulos saca-dineros (seamos sinceros, por favor, porque nadie va a negar que todos hemos de comer, aunque sea a base de ilusiones), que lea este artículo, tenga la suficiente conciencia para informarse sobre el tema, que hable a sus alumnos de riesgos laborales, que enseñe a sus pupilos a quererse y protegerse tanto como pueden querer conseguir resultados.

Si consigo que uno o dos enseñen lecciones como esa, el mal trago que se pasa en este tipo de procesos habrá valido la pena.

 

 

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Director en Omnia Veritas y detective privado con licencia 2265. Tel: +34 686 669 705 GM of Omnia Verita and private investigator. Cell: +34 686 669 705
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Javier, detective privado recién iniciado nos explica sus reflexiones tras un accidente de los que pasan en la vida real.
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  1. Iván Rodríguez septiembre 6, 2016
  2. Maria José Vicente octubre 4, 2016

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