Hoy iniciamos una serie de posts dedicados a los fraudes internos en grandes empresas con un resumen de los principales tipos que afectan a las empresas en España.
Introducción a esta serie sobre el fraude interno.
Durante estas próximas semanas vamos a centrarnos en la prevención y lucha contra el fraude interno, un problema que cuesta millones de euros a las empresas españolas y que puede acabar con su competitividad. Analizaremos el papel de los detectives privados en la prevención y lucha contra los fraudes internos e intentaremos dar un par de consejos útiles a las empresas que pueden estar sufriendo este tipo de problema.
¿Qué es un fraude interno?
Hablamos de fraude interno cuando nos encontramos con personal de la propia empresa, empleados o directivos, que hacen uso de su posición y/o funciones tanto para obtener algún tipo de beneficio propio como para causar de manera intencionada un perjuicio a la empresa para la que trabajan.
Es una definición propia, por lo tanto probablemente incorrecta o inexacta, pero es el concepto base a partir del que hablaremos aquí.
Estructura de estos posts.
Hoy trataremos de ejemplificar los principales tipos de fraudes internos que se acostumbran a dar en las empresas españolas. Como es habitual en este blog, lo haremos desde el ejemplo práctico, el concepto jurídicamente inexacto y el comentario personal, pero eso sí, intentando que la idea quede bastante clara.
En el próximo post hablaremos sobre una serie de consejos a implementar en la lucha contra el fraude interno para pequeñas y medianas empresas.
Para terminar realizaremos un esbozo de estructura de lo que debería ser un departamento antifraude en una gran empresa, centrándonos en el área del fraude interno y dejando el fraude externo para futuros posts.
Principales fraudes internos en España.
Comisiones.-
¿Lo habíais adivinado, verdad? No me cabe duda alguna.
Probablemente sea uno de los pocos ejemplos en que el sector público está muy adelantado frente al privado, punteros y con un nivelazo internacional, pero en las grandes empresas ocurre también con asiduidad. Tal vez se deba a que según qué grandes empresas acaban con estructuras tan cargadas como un mini estado.
Los que os habéis dedicado alguna vez a la actividad comercial, dentro o fuera de la investigación privada y en cualquier sector, sabréis bien de qué os hablo. Por desgracia es algo muy extendido y con lo que te topas de manera regular. Desde el exterior, tanto como cliente como ofreciendo servicios o productos como proveedor, es realmente muy fácil de detectar, o al menos de sospechar de ello.
¿Un jefe de compras que rechaza una muestra gratuita? Difícil de justificar de manera objetiva, terriblemente sospechoso y asombrosamente común.
¿Una oferta por un precio más barato y de igual o mayor calidad que es rechazada con argumentos técnicos inverosímiles? Más común aun.
Y ya no hablemos de los que, sin apenas conocerte o no conociéndote en absoluto, te insinúan desde el primer momento que “cambiar cuando ya está bien lo que tienen ahora puede llevarle problemas y que a ver qué gana él”.
Todo esto es muy sencillo de detectar desde el exterior, pero desde dentro…
Hablaremos de cómo prevenirlo en los siguientes posts.
Empresas fantasma
Hoy, en la nave del misterio, hablaremos de empresas que facturan y pagan impuestos como las demás, hasta aquí todo normal, lo extraordinario viene cuando investigas sus actividades reales o su cantidad de trabajo y adviertes que no se corresponde con lo facturado.
Este fenómeno acostumbra a darse en la periferia, entendida ésta como las zonas alejadas de la sede central. La estructura habitual de las grandes compañías tiende a ser centralizada tanto en sus órganos de control como en el control de esos órganos, mientras que dejan a cargo de delegados su representación en otras ciudades y provincias.
El control de la central sobre estos “virreyes” suele ser más relajado de lo que la mayoría de empresas está dispuesto a reconocer. Curiosamente, para mayor desasosiego, la gran mayoría de entradas de dinero viene a través de estas delegaciones por lo que el peligro es inmenso.
En la pelea entre productividad y control suele ganar la productividad, y se confieren poderes a estos delegados para contratar a dedo proveedores de la zona. Es completamente lógico y si el delegado es una persona honrada que mira por el bien general de la empresa (lo cual ocurre en la gran mayoría de ocasiones) todo funciona mucho mejor.
El problema es, ¿Cómo puede controlar una central cuantas veces se limpian las ventanas, cuantas horas hace la limpieza la encargada o hasta qué punto se lleva a cabo de manera eficiente el mantenimiento de vehículos?
Es muy sencillo crear una empresa que se encargue de los principales servicios secundarios que se realizan en la empresa principal, bien sea directamente o por medio de testaferros, y el delegado se “autocontrate” para ofrecer esos servicios a un coste fuera de mercado o, más fácil aun, con un beneficio mucho mayor al no ejecutarse realmente los servicios pagados.
Limpiar las cristaleras una vez al mes y facturar semanalmente, una mujer de la limpieza 5 horas al día cuando viene 3 horas 3 veces por semana.
Sencillo y habitual.
Venta, tergiversación o mal uso de información confidencial.
No se refiere solo a la venta de información de la propia empresa sino también del uso de posible información confidencial de la que la empresa madre es depositaria y que es usada por alguno de sus empleados o ejecutivos en su propio interés.
Un ejemplo para mi escandaloso y absolutamente bochornoso, de escasa repercusión mediática por motivos obvios, es la continua filtración de asuntos judiciales a los medios de comunicación. En un país normal sería excepcional que se publicase una resolución judicial en los medios antes de haberse comunicado a las partes, aquí es el pan de cada día.
Pero bueno, dejemos el sector público y volvamos al privado.
Bancos, auditorías, gestorías, compañías de seguros, etc… disponen de información de gran valor para la competencia. Esa información puede ser “vendida” a terceros para otorgarles una posición de ventaja en un mercado de libre competencia.
Por supuesto la venta de información es de especial importancia en empresas con un gasto en I+D elevado, empresas tecnológicas e incluso de diseño o publicidad. Para estas empresas la falta de control lleva directamente al cierre.
Los fraudes organizados.
Nos referimos a fraudes llevados a cabo necesariamente por dos o más personas, sean ambas internas o algunas internas y algunas externas.
Un ejemplo típico de confabulación interna-externa sería el pago por reclamaciones fraudulentas. Desde reclamaciones a un seguro por accidentes que no han existido y que se abonan sin discusión hasta devoluciones de productos en perfecto estado una vez ya no son necesarios.
Sobre confabulaciones entre dos o más trabajadores de una misma empresa hay mil variantes, lo que es seguro es que en estos temas ”sumar multiplica”, al menos las cantidades sustraídas. Pueden realizarse pagos ficticios, falsas contrataciones, etc.. el abanico es tan amplio como la capacidad imaginativa de los españoles, mucho.
Debido al potencial de daño de estos fraudes organizados, acabar con ellos debe ser la primera de las prioridades.
Hablaremos sobre la prevención de estos y otros fraudes la semana que viene.
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