¿De dónde viene todo esto?
Si algo se ha interesado por estudiar la Criminología, precedida por otras disciplinas más apegadas a los entornos laborales, es la existencia de fenómenos como el robo hormiga, la filtración de información y, en general, todo tipo de conductas que hacen perder dinero al empleador, ya sea por pérdida de eficiencia o directamente de recursos.
Tipos de empleado.
Un empleado con antigüedad acarrea múltiples factores que pueden desencadenar este tipo de fenómenos: desencanto con un salario que cree que debiera ser superior, algún tipo de rencilla con otros empleados o el empleador, una percibida excesiva carga de trabajo (en general o en comparación otros compañeros), horarios que ya no le satisfacen, un percibido maltrato, desdén o desprecio por parte del empleador hacia su persona, etc.
Nótese que utilizo la palabra percibida porque pueden ser tan reales como imaginados. Es importante concebir que, en ocasiones, la persona arrastra estrés acumulado, ansiedad, incluso patologías, por no contar con el resto de circunstancias de su vida, un esquema cognitivo errático, etc., que le lleve a interpretar conductas habituales y normales como agresivas hacia sí mismo.
No se me ocurren ejemplos, pero no hacen falta muchos para comprender que cada uno de nosotros posee un visor a través del cual interpretamos cada acción de quien nos rodea, y lo que para mí puede ser un gesto de amor, para otro puede resultar en acoso, y viceversa.
En cuanto a los empleados noveles, estos se pueden ver fácilmente influenciados por los antiguos y sus prácticas, así como por la desmotivación ante una actitud pasiva o pasota del resto, por una excesiva crítica de otros empleados al trabajo (en general o propio) o el empleador que lo influya a la hora de percibir cada una de sus acciones; un salario que, comparado con la carga de trabajo asumida, parece ahora ínfimo, etc.
¿Qué hacen para robarme?
He utilizado la palabra robar porque es un concepto que todo el mundo conoce, y si bien no debiera incluir el resto de conductas que mencionaré, es útil para resumir. Eso sí, no estamos investigando un verdadero robo, ya que entraríamos en el terreno de los delitos y es algo que la Ley de Seguridad Privada veta a los detectives. Cuando hacemos referencia a conceptos similares a ese, se relaciona con desvíos de caja, discrepancias de stock, y aspectos similares donde se desconoce si ha intervenido un tercero con una intención maliciosa o es por pura desatención o vagancia. Esto es, aspectos disciplinarios -que incluso pueden suponer un despido-, no penales.
No tienen por qué ir a la caja fuerte de la empresa, ni siquiera a las cajas registradoras (si las hay) o cualquier depósito de dinero que pase por sus manos para efectuar su robo. En ocasiones suele ser más sutil, sobre todo porque ese dinero acaba siendo contado al final del día y resulta más sencillo detectar su falta.
Estos empleados insatisfechos pueden robar (aunque la palabra correcta quizá sea hurtar) material de trabajo, utilizar los medios disponibles para mitigar su aburrimiento y no realizar su función (navegar por Internet, apostar, jugar al Póker o al Cinquillo, etc.), chatear, no visitar los lugares asignados (en caso de comerciales y repartidores) y cualquier actividad que suponga no desempeñar las funciones que les han sido asignadas. Parecerá ridículo, pero quien posee un negocio que crece por la dedicación de sus empleados, y que necesita de actividad constante, sabe que si sus empleados no dedican el tiempo estipulado a sus actividades, nunca verá cómo éste crece, sino todo lo contrario. Al final, las pérdidas llegan, o no lo hacen los beneficios, o las cuentas no cuadran según las previsiones.
Por no contar que, quizá, deba comprar más grapadoras, archivadores, cajas de folios, borradores, bolígrafos, etc., de los que tenía previstos, cuando la última vez que lo hizo pareciera que jamás fuera a necesitar hacer esa inversión.
¿Por qué me habla de esto un detective?
Como ya se ha mencionado en este blog en otras ocasiones, el empresario está habilitado para monitorizar y vigilar las actividades de sus empleados en el puesto de trabajo. Con ciertas limitaciones, sí, unas que quizá lastren el objetivo final, que es detectar quién hace lo que hace y cómo.
En el caso de actividades de cara al público, una investigación bien diseñada puede ser muy útil para detectar quién y cómo roba a la empresa, pues si bien se suele creer que este tipo de personas actuarán en la oscuridad y de manera clandestina, la Criminología ya nos ha demostrado que la mayoría de ellos insertan sus actividades en sus rutinas diarias (véase la teoría de las actividades rutinarias). Es decir, que la gente aprovecha que hace una cosa u otra en su vida para desempeñar esos otros actos (en este caso, robar) y, por lo tanto, habría desarrollado un pequeño sistema para que, cada vez que cobra a un cliente o realiza una transacción, se lleve su parte sin tener que esforzarse mucho. Imaginad esto como un bolsillo con una pequeña rotura por donde quizá no quepan billetes ni monedas de euro, pero sí de cincuenta céntimos. Cada vez que entre dinero en ese bolsillo, esas monedas siempre caerán en vacío.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Un detective, a diferencia de un ciudadano normal, ajeno y deseoso de que la transacción finalice porque ha de cumplir con mil tareas más, puede detectar en qué momentos el empleado mete mano a la saca, grabarlo y, si fuese necesario, utilizar ese material en un juicio.
Existe una segunda forma, categoría o actividad que puede desempeñar un detective que, si bien es cierto, es más compleja, pero que puede desentrañar incluso pequeñas tramas de vagos y maleantes, que consiste en la inclusión temporal del detective en la empresa, lo que le permitiría conocer a los empleados y observar sus actividades cuando creen que nadie los ve. Es, en ese momento, cuando se conoce mejor a una persona.
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