Lejos de señalar las archiconocidas novelas de Arthur Conan Doyle, Agatha Christie o, incluso, Dashiell Hammett (El halcón maltés), que vais a encontrar en cualquier entrada de carácter similar, os traigo una serie de novelas que, me propongo, no os deje indiferentes.
Es probable que encontréis muchos títulos de ciencia ficción. No temáis. No muerden, no son necesarios conocimientos extraños y se trata de otro género como cualquiera. En realidad, desde hace unos años, puede que haya sustituido a la propia novela negra a la hora de poner de relieve nuestros defectos, aunque sea a través de escenarios futuristas o con historias que suceden a años luz de la Tierra.
Si ese es impedimento para disfrutar de una buena historia, entonces hay mucho que perder.
La Guerra Interminable. Joe Haldeman.
Situados en un futuro donde la Humanidad viaja por el Universo, se desata una guerra entre humanos y extraterrestres por una simple falta de entendimiento. A través de viajes relativistas, esta novela retrata los estragos que produce dominar el tiempo, en el sentido de ser capaz de sobrevivir a generaciones por encontrarse a velocidades cercanas a la de la luz.
¿Novela anti-bélica? Es probable, o antimilitarista. Trata de mostrarnos que no importa lo que nos esforcemos por huir y negar la realidad, el tiempo siempre gana. Siempre nos pone en nuestro sitio.
Y descubrimos que hemos quedado desfasados.
Lejos de ese discurso derrotista, un detective puede sacar de estas páginas un mensaje útil: no necesitamos pertenecer a especies distintas para no entendernos, y la falta de comprensión siempre genera hostilidades.
Hyperion. Dan Simmons.
Imprescindible de la ciencia ficción que sigue a siete extrañas personas en un peregrinaje a lo largo de un planeta extraño de una futura Humanidad. Es el último que se va a realizar, sobre todo por el contexto de inminente guerra, y solo uno de los siete desconocidos conseguirá lo que ha venido a buscar. El resto morirá a manos del Alcaudón, una mítica figura de acero que protege el lugar sagrado al que viajan, o será empalado vivo en el Árbol del Dolor, sometido a eterno sufrimiento.
Siempre definiré este como El Señor de los Anillos de la ciencia ficción, mezclando casi cada género al aprovechar cada historia individual. Eso sí, es más sencilla de leer que la primera, menos farragosa, es ágil y cercana.
Parte de una tetralogía, es algo más que un libro. Supone una oda a la complejidad política, social y personal, a los defectos humanos, al fracaso personal y a la búsqueda de redención.
Salpicada por una historia en la que se inmiscuye una detective, esta novela nos puede aportar mucho sobre una realidad innegable: asumimos que las personas son tan sencillas como la fachada que nos muestran, pero siempre, y digo siempre, guardan secretos.
22/11/1963. Stephen King.
No podía faltar el rey del misterio.
A un profesor se le es revelada una puerta que lo traslada a cinco años antes de la muerte de Kennedy. Quien se la revela, un viejo amigo, le plantea una misión que él mismo no ha podido completar, y no tarda en aceptar dado lo insulsa que es su vida: evitar la muerte de aquel presidente de los Estados Unidos con la convicción de que ello evitará guerras y solucionará los problemas que sufrimos actualmente.
Su protagonista deberá combatir, no solo los imprevistos durante los cinco años que vivirá en el pasado hasta el día del asesinato, y la incertidumbre constante sobre si fue o no Lee Harvey Oswald, sino contra el tiempo mismo, que se parece empeñado en ponerle la zancadilla.
Buen ejemplo de cómo debiera hacerse una investigación, con estudio del investigado, paciencia, cálculo y perseverancia. Esta novela nos muestra lo sencillo que resulta despistarse, perder el rumbo, lo complicado de cumplir objetivos a largo plazo en una vida cambiante, y cómo las circunstancias y los choques de la vida nos llevan por caminos que nunca habríamos imaginado recorrer.
El alienista. Caleb Carr.
El doctor Kreizler es un alienista. Un siglo más tarde el mundo los conocería como psiquiatras. Junto a un inspector de policía, y con la colaboración esporádica del Roosevelt que llegaría a presidente en los años veinte, debe investigar la extraña desaparición de niños que sufre Nueva York.
A través de una investigación confusa y frustrante para los personajes, pronto se revela claro que la complejidad de las personas, sus defectos y miedos, nunca facilitan una investigación, y menos si existen patologías de por medio.
Se adentran en una Nueva York llena de inmigrantes, con calles peligrosas y personas que guardan silencio para proteger sus propias vidas. Intensa, inteligente y completa.
Las consolaciones de la Filosofía. Alain de Botton.
No todo iba a ser novelas. Para mí, este libro no ha madurado conmigo. Es inteligente, te cuenta cosas interesantes y aconseja desde la Filosofía. Nada de paternalismo, Coelho, ni búsqueda de sinsentidos o vacíos.
Es un «déjate de hostias» en toda regla, pero didáctico, no dogmático, reflexivo, a través de la vida y filosofía de varios pensadores reconocidos, que trata de hacerte comprender que la vida resulta demasiado breve para andar quejándose de todo y sufriendo por cada imprevisto.
Alain de Botton nos trae consolaciones para seis problemas humanos, como la impopularidad, la falta de dinero, la frustración, la propia ineptitud, el corazón roto o la afrenta de dificultades de manera inteligente, sin tratarnos de tonto. Para ello, hace uso del relato de vida de Sócrates, Epicuro, Séneca, Montaigne, Schopenhauer o Nietzsche.
Pero, como decía, no envejece tan bien para quien lo lee de joven y lo retoma años más tarde. Es útil para adentrarse en cierto realismo práctico, pero una vez coges ritmo, te parece insuficiente, a medio camino, conformista.
No deja, sin embargo, de subrayar lo sencillo que resulta que seamos infelices. Y no hay cliente en esta profesión que no se sienta un poco infeliz.
La historia de tu vida. Ted Chiang.
Se trata de una serie de relatos de distinta extensión que abordan el lenguaje como vehículo para la comprensión humana. A través de varias historias encuadradas en el género de la ciencia ficción (ya sea histórica, sobre un pasado imaginario; o futura, sobre lo que podría venir), y conversan sobre la importancia de algo que camina tan unido a nuestra inteligencia y se considera la base de una buena relación: el lenguaje y la comunicación.
Me centro en la cuarta historia, de nombre homónimo al conjunto de relatos, y que ha sido adaptada al cine con el nombre de “La llegada”. En esta historia de extraterrestres que, de repente, aparecen en la Tierra y toman contacto con nosotros, lo importante no son los aliens, ni la guerra inminente o el miedo. Lo son la frustración entre dos interlocutores que tratan de comunicarse con lenguajes totalmente distintos. El quid de esta historia radica en señalar que, dispuestos, todos somos capaces de comunicarnos y que, a veces, resulta más sencillo hablar con un extraterrestre que con una persona de tu misma especie.
Eso sin contar que nuestros prejuicios a veces nos conducen más que nuestra propia voluntad.
La voz de los muertos. Orson Scott Card.
Segunda parte de la Saga de Ender, cuyo primero título, El juego de Ender, muchos conocerán por haber sido adaptada por Hollywood.
En esta se deja de lado la guerra, y la política y lo personal toman fuerza. Muestra a Ender, un persona cuya mayor defecto es su excesiva empatía, que viaja a un planeta extraño con una nueva especie alienígena que convive con los humanos, para dar un último adiós a un desconocido. Ender es un orador, se encarga de observar el entorno de quien ha perecido, y, con sus palabras, trae paz a los vivos.
A lo largo de la historia que nos cuenta esta segunda parte, en mi opinión, de perfecta lectura independiente del resto de la saga, se nos muestra la sencillez con la que se estropean las relaciones humanas, incluso entre familiares, y la rapidez con que se propaga el odio una vez que se desiste por no apagar la llama que lo alimenta.
Al autor se le tachó de muchas cosas, lo que dio muy mala publicidad a la película mencionada, pero ese hombre supo tratar de manera fina las relaciones personales e íntimas en esta novela, y todo inserto en un panorama de ciencia ficción que, si bien a muchos no suele agradar, se infiltra sin que te des cuenta.
Crowd Hoot. La leyenda de los hombres buenos. Javier Muñoz Chumilla.
Francis es un inspector de policía al que la vida ha tratado con dureza. Su padre fue asesinado, su pareja acaba de morir y, en el curso de la investigación de la muerte de esta última, descubre que existe toda una organización que persigue algo que él tiene y que jamás supo que poseía. Harán lo posible por hacer con ello, pero, ¿qué es? ¿Y por qué lo buscan?
Envuelto en una conspiración en la que él es el arma, pronto deberá decidir si desea continuar con el destino que otros le impusieron, aunque no hacerlo suponga abandonar a sus seres queridos a la suerte de una muerte segura.
Se trata de una novela de sombras, juegos, trucos y aventura que nos llevará al fondo de nosotros mismos, que nos enseñará cómo de lejos son las personas capaces de llegar por cumplir un objetivo, aunque les arrebate cada ser amado. Sólo por el deber.
El fin de la eternidad. Isaac Asimov.
En un exitoso intento, quizá impregnado por la época, y el tiempo de películas y novelas del estilo, esta breve novela imita a las clásicas historias de detectives, de aire formal, pero misterioso, de personajes varoniles y culturas patriarcales, de ambientes cargados de humo y extraños misterios por resolver.
Sólo que estos misterios suceden dentro de una agencia de la Humanidad encargada de diseñar y modificar las sociedades humanas de toda la Historia de la Humanidad, bien avanzado el siglo cincuenta.
En determinado momento del futuro se descubre Eternidad, que, en líneas generales, es una máquina del tiempo con forma de ascensor, y se crea una agencia gubernamental que se encarga de hacer prosperar a la Humanidad a través de estudiadas modificaciones al detalle que acaben provocando los resultados esperados, ya sea la eliminación de determinadas tendencias humanas o la generación de otras.
El protagonista, funcionario encargado del trabajo de campo, pronto descubre que algo no va bien en esta agencia, detalles difíciles de explicar sin destrozar la trama, y se encarga de investigarlo. Pronto encontrará que la ambición humana a veces es demasiado basta, que los errores no se pueden deshacer, sólo enmendar, y que la mejor de manera de llegar al futuro pasa por vivir cada día.
El marciano. Andy Weir.
Me ha quedado una sección de novelas muy plagadas de libros de ciencia ficción, pero, seamos sinceros. La mayoría de estos libros apenas tratan el tema futuro, no como lo harían las novelas de ciencia ficción dura (del tipo que incluye referencias a tecnicismos), sino que nos sitúan en lugares exóticos y lejanos sólo para contarnos las mismas historias. Tropos habituales, que lo llamarían los entendidos.
En el caso de esta novela, adaptada al cine con el título de “Marte”, nos encontramos con un hombre que acaba sólo en el planeta rojo después de que una expedición salga mal y quede abandonado por el resto de sus compañeros. Entonces deberá enfrentarse a la decisión más importante de su vida: quejarse por su mala suerte o afrontarlo cuanto antes y calcular cómo va a sobrevivir hasta que envíen un equipo de rescate.
Contada desde dos prismas: el diario de a bordo del protagonista y la narrativa en tercera persona de lo que sucede en la Tierra, esta historia se descubre como una divertida comedia de lo complejo e impredecible que puede resultar sobrevivir en general, pero sobre todo en un planeta distinto al nuestro, pero lo sencillo que se muestra apartar las quejas, las frustraciones y el sufrimiento que nos provoca el fracaso en favor de elaborar nuevas alternativas que nos permitan avanzar.
Imprescindible para ganar en optimismo cuando un trabajo no nos ha salido demasiado bien.
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